Interacciones y efectos secundarios
A ver, yo soy nacionalista cibernético como Aznar, por poner un ejemplo, es nacionalista español, y me jode que haya gente, cada vez más, que escriba Internet con minúscula. Nadie pone Portugal ni Grecia con minúscula, aunque sean unas muertas de hambre, sería un insulto para ellas, que romperían relaciones diplomáticas con los países agresores. Pues lo mismo ocurre con la Red, escrito asimismo con mayúscula, pues se dice de las dos formas, Internet y Red, igual que decimos Reino Unido o United Kingdom. Como nacionalista excluyente, valga la redundancia porque, seamos claros, no hay nacionalismos de otra clase, detesto a los putos inmigrantes que entran en Internet a curiosear, a medrar, y que lo ponen todo perdido porque, y es un modo de decirlo, tiran los papeles al suelo y no recogen las cagadas de sus animales ni las propias.
Estos hijos de perra, cuando regresan a su países analógicos de mierda, nos ponen a parir a los patriotas cibernéticos y alientan a sus gobiernos para que nos invadan en impongan aquí las cicateras leyes que rigen en su mundo. Que si derechos de autor, que si cánones, que si arbitrios, tasas, tarifas, yo qué sé, que pasemos por caja, vamos, o por taquilla, en fin, que apoquinemos. Creen que pueden, en la república de los bits, aplicar las normas medievales del reino de los átomos. Que se metan sus normas por el culo, que si para algo se inventó la Red fue para escapar de las estrecheces ideológicas del pensamiento analógico.
Así las cosas, he montado con otros colegas una patrulla de vigilancia armada que recorre cada día los principales chats y foros de nuestra república para detectar a los domingueros y echarlos a patadas. Están por todas partes, los muy hijos de puta. Ayer revisamos un foro de hipocondríacos y la mayoría de los participantes eran viejunos del mundo analógico muy preocupados por el colesterol, por la tensión arterial, por la composición de la saliva y porque no se les pone tiesa. No se les pone tiesa, pero tienen pánico al Cialis, por si los efectos secundarios. No se les levanta, que es como si no saliera el Sol, y su preocupación, no te lo pierdas, es si la pastilla les dará diarrea. ¿Se agobia alguien por los efectos secundarios de ser vasco, catalán o español? Si tú eres catalán, me cago en dios, lo eres con todas las consecuencias, no vas a andar mirando en el prospecto las incompatibilidades. Es como si un socio del Atleti preguntara, al solicitar el carné, por las interacciones. ¿Me haría daño ser del Atlético de Madrid y checheno al mismo tiempo? Váyase usted al cuerno. Nadie pregunta al médico si es compatible el paracetamol con la quimio ni la diálisis con las juanolas.
Total, que cuando tropieces en un foro con uno de estos tiquismiquis extranjeros que entran en las páginas de pornografía con más precauciones que un biólogo en una cueva de murciélagos, no lo dudes, se trata de un intruso y hay que devolverlo a patadas al universo analógico, de donde jamás debió salir. No apurarse: se asustan con nada. Les dices que eres del FBI y que tienes su ID y que los vas a acusar de pederastia o de trata de blancas y salen como conejos, jajaja, con el rabo entre las piernas (¿o eran, y ahora no caigo, los perros los que salían con el rabo entre las piernas?).
En cuanto al Gobierno, que es a lo que íbamos en el párrafo penúltimo, si Zapatero, que era un posturitas, no se atrevió con nosotros e hizo para salvar la cara aquella gilipollez de la Ley Sinde, a Rajoy nos lo comemos con patatas al menor movimiento regulador. Que ponga el IVA del cine, del teatro, de los libros o de la música a la altura que quiera, pero en el otro lado. Nosotros, al otro lado, no vamos ni de picnic, pero en este lado que deje las cosas como están o le montamos un trending topic que se caga. Ya lo sabe él que se caga, por eso Wert, que es un bocazas, de Internet habla siempre con la boca pequeña. Aquí, y a mucha honra, damos el catecismo y las hostias gratis.
Y os dejo porque estoy de patrulla y cuando estoy de servicio no me extiendo. Pero, no os lo perdáis, acabo de pasar por un foro de cobardes donde un gilipollas analógico preguntaba si es normal desear la muerte del padre. Pues claro que es normal, imbécil, sobre todo si se trata de tu padre, ¿no ves que de tal palo tal astilla? Lo dicho, esta gentuza atraviesa la frontera como el jubilado USA cruza a México para echar una cana al aire. Y esto no es México, amigos, esto es Internet, un territorio libre, cuyos principios fundacionales, tan vigentes hoy como el primer día, estamos dispuestos a defender hasta donde sea preciso. Así que, señores analógicos, dejen ustedes de tocarnos los cojones o les metemos por el culo una ráfaga de bits envenenados.
La atracción no es ciega
Parece algo enigmático, pero no lo es. Los expertos aseguran que el deseo no es ciego. En apariencia, la gente se atrae, se repele o se ignora por razones que no siempre se acierta a definir. Pero "el deseo tiene un fuerte componente mental", asegura la psicóloga clínica Mila Cahue, asesora del portal de Internet Meetic-Match. "No existen reglas fijas que indiquen por qué deseamos a alguien. Entran en juego desde el factor genético hasta el aprendizaje sentimental", coinciden psicólogos y sexólogos.
"Cada uno va diseñando una imagen fruto de diversos factores: por un lado, una predisposición genética; por otro, el modelo educativo que adquirimos en el entorno familiar y social, y finalmente, el filtro cultural. Es una proyección, un entramado subjetivo que te lleva a desear a alguien que te gusta. Aunque a veces al conocer a esa persona te deja de gustar", precisa Cahue.
En ocasiones incluso se desea a alguien por razones directas: la sensación profunda de que alguien nos hace sentir bien.
Al igual que Cahue, la psicóloga Ángeles Sanz Yaque considera que las características emocionales del sujeto determinan en buena parte el objeto de deseo. Pero, desde el punto de vista físico, el nivel de testosterona es decisivo. También en la mujer. "En el hombre, este nivel es bastante estable, mientras que en la mujer hay fluctuaciones: la influencia hormonal se nota más durante la ovulación", señala.
Hay que sumar, además, el nivel de autoestima y el equilibrio afectivo. Si alguien se siente seguro, selecciona más. Pero si se encuentra en un momento delicado, más inseguro, está más receptivo, y su abanico se amplía. "Los filtros culturales y religiosos también son muy importantes", agrega el psiquiatra José María Valls, secretario de la Fundación Castilla del Pino. "Hay un abismo entre una europea y una afgana a la hora de expresar su deseo. Por otra parte, la mayoría de las religiones ejerce un efecto restrictivo, pero hay que distinguir entre espiritualidad y religiosidad", añade.
"El deseo va más allá de la atracción física. A mí me motiva especialmente el olor, la sensación de bienestar y confianza que me inspira esa piel en particular; todo eso que llamamos química", afirma una madrileña de 45 años que acaba de iniciar una relación. Los expertos han estudiado el lenguaje de la intimidad. "Hay mujeres que encuentran más erótico besar durante largo tiempo a su pareja que emprender acciones sexuales más explícitas. Los besos ayudan a liberar endorfinas, encargadas de generar bienestar y relajación. Cuando se está enamorado se segrega oxitocina (la hormona que permite la dilatación en el parto y la lactancia, a la vez que se la relaciona con la excitación sexual)", indica Cahue.
El deseo cumple, además, una función, la de reequilibrar algo de lo que carecemos. Ése es el motor de muchas fascinaciones aparentemente contradictorias. Ella es ejecutiva de éxito, y él, un bohemio. ¿Por qué se han elegido? ¿Por qué perduran? "No siempre son tan desiguales esas parejas que consideramos flor de un día", explica Cahue. "Quizá los sueños íntimos de esa ejecutiva se acerquen a una vida más bohemia. Y él tal vez aspire a una vida ordenada". Algo que no es aplicable a todas las ejecutivas, desde luego, ni a todos los bohemios.
"Hombres y mujeres siguen respondiendo aún a patrones distintos: el varón tiende a desear a muchas, cuantas más mejor, por aquella razón ancestral de dejar su impronta. Mientras la mujer sigue seleccionando pocas parejas y de calidad, tanto para ellas como para sus hijos", recuerda Valls. Aunque este viejo esquema está cambiando: algunas mujeres empiezan a buscar más variedad sexual, sobre todo si ya tienen hijos. Sea como fuere, "la píldora anticonceptiva ha sido el gran afrodisiaco para la mujer", afirma Valls: al separar procreación y sexualidad, la mujer manifiesta su deseo sin miedo.
"El deseo de amar y ser amado está ahí, es algo visceral, una búsqueda activa del otro. No podemos escapar a esta ley de la naturaleza, aunque seamos capaces ya de tomar decisiones y de no enfocarlo a la procreación", manifiesta Aurora García, psicóloga integrada en el gabinete Álava-Reyes. Podría decirse que se está programado para desear. Aunque no siempre encontremos el objeto de deseo soñado o no entendamos por qué nos resulta deseable y hasta irresistible alguien que no coincide con nuestro ideal físico o social. Aurora García insiste en que la mujer sigue buscando un hombre no dominante, pero sí fuerte. Y los hombres, belleza o sumisión: todavía muchos piensan que si ella es servicial, cuidará mejor de los hijos.
El deseo es un motor para conseguir amor, y otras cosas. Hay expertos que aseguran que las mujeres en periodo fértil se interesan por hombres con marcados rasgos masculinos. Mientras que en otras fases del ciclo menstrual el aspecto físico no es tan determinante.
Muchos estudios responden a viejos estereotipos sexuales. Pero al final "es el cerebro el que interpreta este flujo de información fisiológica que le llega y desencadena a tiempo una sucesión de pensamientos e imágenes", recuerda Cahue.
¿Por qué deseo al final a quien no es mi tipo? En parte, porque se conoce a esa persona en un momento de mayor apertura o cuando se está más activo. O, por el contrario, bajo una sensación de fracaso o de ilusión, explica Sanz. También hay quien fantasea y se engancha en función de sus propias necesidades, "poniendo en marcha una estrategia para lograr que esa persona se comporte del modo que espera". Aunque al final "se da cuenta de que no tiene que ver consigo y que lo importante era el juego", agrega Sanz.
Uno de los enemigos del deseo en las parejas actuales es el desarrollo profesional, altamente competitivo, apunta. "Se tienen los hijos cada vez más tarde, se vive una presión por ascender, y no practican el sexo simplemente porque llegan a casa agotados". Doce horas diarias en la oficina acaban con muchas parejas.
Cuando amor y deseo coinciden, ambos se retroalimentan. Con el tiempo, sin embargo, la emoción del amor se transforma en hábito, y el deseo necesita nuevos estímulos. Cahue no comparte la idea de que la estabilidad traiga el aburrimiento. "La pareja en sí no es aburrida, lo son las personas", sugiere.
La reciente encuesta sobre salud sexual elaborada por el Ministerio de Sanidad confirma que un 20% de mujeres y un 15% de los hombres se sienten insatisfechos en su sexualidad. "Hay parejas que funcionan bajo mínimos, y de algún modo lo asumen. Con esa situación es fácil estancarse y que el deseo se bloquee. Aunque esa falta de deseo es en ocasiones algo subjetivo", advierte Sanza.
Hay gente que inhibe sus deseos porque no ha aprendido a expresarlos o porque no quiere entrar en conflicto con los de otras personas y se bloquea. Hay que aprender a decir "quiero esto" sin que eso implique molestar al otro. De cualquier modo, debajo del deseo hay mecanismos y filtros personales y sociales: no es lo mismo un chico de 18 años que de 60.
La edad influye claramente en el deseo por el efecto hormonal. "Aunque disociemos procreación y sexo, el cerebro marca las diversas etapas de mayor energía o de declive", recuerda Valls. "A los 22 años, el deseo es más vivo. A otras edades se buscan los momentos emocionales, la comunicación", dice Mila Cahue. Pero ¿pervive el deseo? "Si la mujer ha tenido una vida sexual más o menos intensa, el deseo se mantiene en la madurez. Si has ido de más a menos, cuando llega cierta edad echas el cierre", reconoce Ángeles Sanz. En el hombre, la viagra ayuda, pero "si no le apetece, la pastilla no sirve", resume Valls.