Virus con pasaporte
Alrededor de 11 millones de españoles viajaron al extranjero en 2007 y casi un 10% de ellos se desplazaron a zonas tropicales y subtropicales con riesgo sanitario, según datos facilitados por la Organización Mundial de Turismo. Las enfermedades digestivas, como la diarrea; las febriles, como malaria y el dengue, y las que manifiestan síntomas respiratorios (gripes) son las que más afectan a los viajeros. Una visita al Centro de Vacunación Internacional (CVI) y al médico de atención primaria constituye el mejor punto de partida para empezar y acabar un viaje saludable.
El turismo internacional mueve más de 900 millones de viajeros al año; el doméstico multiplica por cinco veces esta cantidad. Estos flujos, junto a la aparición de nuevos y viejos patógenos y la adaptación de los mismos al cambio climático, hacen fácil de entender que las enfermedades infecciosas viajen y puedan surgir en cualquier país del mundo en menos de 24 horas.
Pero ¿qué hacer? ¿A quién dirigirse para obtener una información fiable? Lo más eficaz es acudir a un centro de vacunación internacional, un servicio sanitario del Sistema Nacional de Salud (SNS) especializado en medicina del viajero donde se informa sobre los riesgos sanitarios inherentes a los viajes internacionales, se administran las vacunas obligatorias y recomendables y se aconsejan y prescriben quimioprofilaxis farmacológicas (medicamentos en dosis preventivas). En España existen 75 centros distribuidos por las distintas comunidades autónomas. Todos disponen de un servicio de cita previa que elimina los tiempos de espera. Su dirección, teléfono y otros datos relacionados con la salud del viajero pueden encontrarse en la página web del Ministerio de Sanidad y Política Social (www.msc.es), en un espacio al que se accede a través del apartado La salud también viaja.
Los expertos recomiendan buscar consejo médico un mes y medio antes del viaje. Las consultas en los CVI son gratuitas y los precios de los medicamentos varían. Algunos de los utilizados en la profilaxis de la malaria, como la Cloroquina, Doxiciclinas, Atovacuona-Proguanil, son financiados por la Seguridad Social y se retiran en farmacias con receta médica. Otros, como la Mefloquina, Cloroquina + Proguanil o Proguanil, están catalogados como medicamentos extranjeros y su asistencia farmacéutica está transferida a las comunidades autónomas.
Según el Ministerio de Sanidad, bastantes vacunas utilizadas en medicina del viajero (la anticolérica, la de la fiebre tifoidea oral e inyectable, la de la hepatitis A, la de la meningitis meningocócica bivalente A+C y la de la hepatitis A+B) también son financiadas por la Seguridad Social con receta médica, aunque no están incluidas en los calendarios de vacunación infantil ni del adulto. En el caso de las vacunas de la fiebre amarilla, la meningitis meningocócica tetravalente (A, C, Y, W135), y la fiebre tifoidea, los CVI cobran una tasa estatal de 17,61 euros en concepto de vacunación internacional, según establece la ley 13 de 1996. El resto de medicamentos que se prescriben en dichos centros los financian las comunidades con receta médica.
"La cobertura vacunal en España es muy alta, pero es necesario crear un comité de expertos que elabore unas guías nacionales uniformes y consensuadas sobre consejos al viajero que se ajusten a las particularidades de este país. Además, hay que crear centros de referencia que tengan labor asistencial, pero también investigadora", reivindicaba Rogelio López-Vélez, jefe de la unidad de medicina tropical del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, en las VII Jornadas de Medicina del Viajero celebradas en este hospital.
Un estudio editado por el Ministerio de Sanidad en 2008 y elaborado por los facultativos de esta unidad, centro de referencia de la Comunidad de Madrid, recoge las características de cerca de 3.000 viajeros atendidos desde 1989 hasta 2006. Del trabajo se desprende que los pacientes acuden a consulta casi seis meses después del viaje y que más de la mitad (65,8%) tiene una profesión o son turistas de alto riesgo, como, por ejemplo, los cooperantes. La zonas que más visitaron fueron África Subsahariana, América Central, el Caribe y América del Sur. El trabajo también desvela que la mitad de los viajeros no tomó medidas de profilaxis para la malaria. De los 1.095 que sí lo hicieron, el 15,2% tomó la medicación de forma incorrecta. Dos tercios de los pacientes recibieron alguna vacuna antes de realizar el viaje.
Para tener acceso a la atención sanitaria dentro de los países de la Unión Europea hay que disponer de la tarjeta sanitaria europea, documento que se solicita al Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS). España tiene, además, un convenio bilateral de asistencia con 21 países no comunitarios como Australia, Brasil, Canadá o Chile, donde es necesario llevar un formulario específico emitido por el INSS. El viajero se puede informar de las prestaciones sanitarias del país de destino en el Instituto de la Seguridad Social.
Las enfermedades infecciosas, sobre todo las respiratorias, se pueden globalizar rápidamente, pero también controlar. Las autoridades sanitarias trabajan en un cambio de enfoque en la salud internacional. Se trata de buscar soluciones para minimizar las causas globales (pobreza, falta de nutrición, de saneamiento, de higiene) que sí están generalizadas y predisponen a todo tipo de enfermedades. Si se disminuyen estas desigualdades, se invertirá en salud global.
Cibergarrapatas AGUSTÍ FANCELLI
No deberíamos desdeñar los avisos que nos manda el cielo.El lunes de la semana pasada, el perro despertó infestado de garrapatas. Noté la primera acariciándole distraídamente detrás de la oreja, mientras leía el diario (yo, no el perro). Tras separarle cuidadosamente el pelo, tomé contacto visual con el inmundo parásito: ahí estaba el muy ácaro, henchido de sangre su repugnante escroto grisáceo, moviendo estúpidamente las ridículas patas rojas. Hice lo prescriptivo en estos casos: arrancarla con un papel empapado en aceite (o alcohol) y tirarla al váter (nunca a la bolsa de la basura), para, acto seguido, aplicar a la herida una solución yodada. Alarmado, seguí palpando y muy pronto llegué a la conclusión de que no se trataba de una merienda aislada, sino de un auténtico banquete de boda del clan Ixodex ricinus: más de dos docenas llevaba el pobre Ulises, al cual, a esas alturas, nada podía salvarlo de pasarse por la clínica para un corte de pelo al uno, un lavado a fondo con champú antiparasitario y un nuevo collar anti-aliens que los deja bien muertos. Pero Joan Cunillé, veterinario de cabecera del animal, no se quedó tranquilo. El problema, nos hizo saber, no es el ácaro en sí, sino el protozoo que inocula en los glóbulos rojos de la sangre, el temible Babesia canis, cuya acción puede desembocar en una piroplasmosis mortal. Por suerte, había antídoto. Cunillé procedió a administrarle por vía intramuscular una solución a base de dipropionato, y mandó que de refuerzo tomara durante 15 días unos comprimidos de doxiciclina. Todo sea para que no se nos meta en casa gente a la que no hemos invitado.
El jueves siguiente me hallaba yo tecleando alegremente en el ordenador mientras seguía acariciando a Ulises detrás de la oreja. El mal había sido vencido, la vida me sonreía e incluso un subdirector de este diario me amaba. Me lo decía por correo electrónico, en inglés, lo cual me pareció un poco extraño, aunque no mucho, pues ya saben que los periodistas somos gente de mundo. Adjuntaba al mensaje un documento en el que pensé que aclararía los motivos de su inesperado arranque de cariño, por lo que me puse a clicar sobre él como un poseso. El condenado se resistía. Llamé a mi asesor informático, el cual me sugirió que lo convirtiera en un documento de Word, pero ni por ésas logré enterarme del contenido: en la pantalla aparecía un texto en alien, lenguaje de programación creo que le llaman, del que entendí tan poco como del dipropionato. Me decidí por fin a hablar con el mimoso subdirector, pero éste, sin darme tiempo a decirle que yo también le quería, se puso a gritar como un poseso: "¡Tíralo inmediatamente, es un virus!".
Qué decepción. Y qué asco. Pronto, el papel aceitoso: marcar la cibergarrapata con el botón de la derecha, llevar el cursor sobre la orden "eliminar", dar el okey de envío a la papelera de reciclaje, luego proceder a su vaciado (ya les he dicho que desconfío de la bolsa de basura). Ahora, proceder al control de daños, no vaya a ser que el malnacido me haya inoculado un protozoo de caballo y el ordenador esté a punto diñarla de piroplasmosis. No era así afortunadamente: mis documentos seguían intactos, no parecían tener más mala cara que la habitual.
A la mañana siguiente volvía a leer tranquilamente la prensa mientras acariciaba al perro. Demonios, la plaga había sido muy seria. Mi diario de cabecera me alertaba de que, aun cuando todo funcionara aparentemente bien, no dejara de inspeccionar a fondo mi ordenador. Apartándole los pelos con suavidad, descubrí entonces junto a su cuello al MS-Kernel32.vbs henchido de sangre, y poco más abajo al WIN-BUGSFIX.exe moviendo sus repulsivas patas. Pasé el champú antiparásitos repetidas veces, con especial atención a las axilas y las ingles. Pero la terapia de choque aún no había concluido. Era preciso hacerse con una solución inyectable, llamada programa regedit, e inocularla en los ficheros HKEY, que vienen a ser los glóbulos rojos del animal cibernético. Agazapados en ellos estaban el MOQM9N9L. JPG.ubs y el 65887345gv.sdf., protozoos tan terminators como el Babesia canis. Rematé el tratamiento con un antiinfeccioso que me bajé de Internet y que a estas horas ya no sirve de nada, pues el gusano ha mutado horriblemente y puede provocar nuevos malwares inmunes a mis cuitas.
Ahora, cuando abro el ordenador todas las mañanas prometo al cielo que seguiré con mayor atención sus designios. Sigo acariciando a Ulises detrás de la oreja, pero menos que antes y con alguna prevención, por lo que él me mira desde sus ojos tristes preguntándome si ya no le quiero. No es eso, Ulises, quizá algún día llegues a comprenderlo.
Volver a casa con un mal souvenir
Macrina Camps regresó de su viaje a Camerún, en 2006, con telas africanas y máscaras típicas en la maleta. También con otro recuerdo: la malaria que contrajo cuando trabajaba en la construcción de un hospital en las afueras de Yaundé, la capital de Camerún. Puesto que iba a realizar una larga estancia en un país tropical, el médico le había prescrito pequeñas dosis de doxiciclina antes de viajar, como tratamiento preventivo.
A pesar de todo, se contagió de la enfermedad a los dos meses de estancia en el país africano. "En dos semanas adelgacé muchísimo, notaba que me consumía", explica. "Después, vino una fiebre que sube a lo bestia. En pocos minutos te pones a 40º C de temperatura, y bajas a 37º C también muy rápido. Además tuve alucinaciones, mareos…", recuerda. Aunque pasó una semana en cama con estos síntomas, para Camps lo peor fue la lenta recuperación, que le provocó una anemia de mes y medio. “Me costaba un horror llegar a la vuelta de la esquina. Fue mucho peor que la enfermedad en sí”, asegura.
Camps tuvo mala suerte, porque aun habiendo hecho el tratamiento preventivo contrajo la enfermedad. Desde el Ministerio de Sanidad explican que los viajeros están, como ella, cada vez más concienciados de la importancia de vacunarse y prevenir antes de hacer las maletas. En todo caso, Óscar González, subdirector general de Sanidad Exterior, reconoce que aún hay quienes conocen los riesgos a los que se exponen y, sin embargo, no consultan a un médico. O lo hacen "a última hora", cuando se enteran de los requisitos sanitarios del destino. “No todos hacen caso”, sostiene.
Las cifras dan cuenta de que cada vez más viajeros españoles consultan a un sanitario antes de adquirir un nuevo sello en el pasaporte: prefieren el pinchazo al riesgo de caer enfermos. Datos de Sanidad revelan que en 2011 aumentó en un 8,7% el número de vacunas administradas respecto del año anterior. Los 84 centros de vacunación internacional que existen en el país atendieron a 212.081 viajeros el año pasado, un 11% más que en 2010.