Los hombres prefieren no hablar de «eso»
Y usted ¿qué quiere si tiene 70 años?". Esa fue la respuesta que encontró un hombre, llamémosle A.C. porque prefiere no ser identificado, cuando decidió consultar "su problema" con el médico de familia. El "problema" era cierta dificultad para mantener una erección.
Antes del Viagra -el fármaco que revolucionó la sexualidad masculina (en cuanto a ejecución, no necesariamente en cuanto a técnica, según los expertos consultados)-, esa respuesta hubiera sido una ducha fría y el final de la historia. Ya no, ahora las expectativas son infinitas, y A.C. continuó su periplo hasta que encontró a un médico dispuesto a escucharlo.
"La disfunción eréctil es una enfermedad a cualquier edad", asegura el doctor Ignacio Martínez Salamanca, urólogo del área de Medicina Sexual del Hospital Puerta de Hierro de Madrid. Eso era lo que quería oír A.C. a sus 70 años.
Entre el primer "problema" de A.C. y la consulta con el urólogo, pasaron cuatro largos años de silencios y excusas. "Autoexplicaciones", las llama Martínez Salamanca. Todas valen, pero ninguna es cierta. Un folleto informativo de Lilly, la compañía farmacéutica que fabrica el Cialis, el fármaco más recetado para la disfunción eréctil tras el Viagra, lo ilustra muy bien. Un perro mira fijamente con ojos grandes y tristones. Y el afectado se justifica: "Será porque el perro me está mirando". Todas las excusas parecen buenas, el folleto en cuestión anima a los interesados a dejar de mirar a otro lado y a buscar respuestas más razonables.
Se esperaría que la generación pos-Viagra, aquellos hombres que cumplían 50 años en 1998 cuando la píldora azul se lanzó al mercado, tuvieran menos vergüenza para hablar de "sus cosas". Ninguna generación anterior había visto tantas imágenes ni leído y hablado tanto sobre sexo en todas partes y a todas horas.
Viagra se ha convertido en una marca tan conocida y mencionada como Coca-Cola. Sin embargo, el asunto sigue siendo difícil de abordar. "Digamos que el tabú global está superado, se habla de las disfunciones sexuales de los demás, otra cosa es cuando el problema lo tengo yo", explica Salamanca.
De seis a un año
La doctora Ana Puigvert, del Instituto de Andrología y Medicina Sexual de Barcelona, ha visto ciertos cambios en los últimos años. "Antes tardaban cinco o seis años en consultar, ahora el promedio está en un año y medio". Y mientras tanto, ¿qué hacen? "Bueno, pensar 'no pasa nada', 'estoy nervioso', 'tengo muchos problemas'. Si las cosas no mejoran, dejan de tener relaciones, y el sexo es como un músculo que si no se usa se atrofia. Un día se sorprenden porque llevan un año sin tener relaciones sexuales". Muchas veces es la pareja la que los lleva por los pelos a la consulta del médico. "Es frecuente que se cree en el otro el fantasma de la infidelidad", dice Puigvert.
En el informe Excuse (Excusas comúnmente utilizadas en disfunción eréctil), elaborado por la Asociación Española para la Salud Sexual (AESS), la Asociación Española de Andrología (AESA) y la farmacéutica Lilly, se entrevistó a 1.050 hombres y mujeres mayores de 35 años residentes en España. Según sus resultados, dos de cada diez personas creen que los hombres casi nunca rechazan tener relaciones sexuales. Las pocas veces que lo hacen culpan al cansancio físico, al alcohol y a los problemas de erección. Cinco de cada diez sospechan que muchos hombres evitan el sexo por dificultades de erección, pero prefieren emplear otras excusas. La mayoría cree que la disfunción eréctil puede ser "causa de vergüenza" o de pérdida de deseo.
Las mujeres, por su parte, piensan que la vergüenza permanece aun cuando se pide ayuda a un especialista. Pero los hombres, sobre todo los mayores de 56 años, aseguran que ese sentimiento desaparece cuando se sienten apoyados por un médico y se ven en el camino de una solución.
Los médicos llaman a la dificultad para tener una erección el "síntoma centinela". "Puede anunciar un acontecimiento coronario o una enfermedad vascular. Aunque sea por ello, los médicos deberían perder la vergüenza a preguntar: '¿Tiene usted problemas de erección?'. Es un dato fundamental", advierte Salamanca.
La ausencia de erección es evidente. El que está al otro lado de la cama lo ve, no hay manera de ocultarlo. Por eso la disfunción eréctil es el más consultado de los problemas sexuales masculinos, aunque no sea el más frecuente, según las cifras que muestran algunos estudios.
Eyaculación precoz
Por ejemplo, la eyaculación precoz afecta a uno de cada cinco hombres en algún momento de sus vidas, según las cifras del informe Eyaculación precoz, prevalencia y actitudes (PEPA, por sus siglas en inglés). Un 43% de los hombres españoles la sufren en silencio o, peor, ni siquiera saben que la padecen. Pero estas cifras no llegan a las consultas. Según la experiencia del doctor Salamanca, "el número de enfermos reales, los que piden ayuda, no pasan de 4.000; el resto no lo percibe como un problema, lleva viviendo con ello toda la vida y se ha acostumbrado, mientras que la disfunción eréctil se vive como una pérdida".
Sin embargo, la disfunción eréctil no rompe muchas parejas y la eyaculación precoz sí lo hace. "Las mujeres de estos hombres lo viven como un drama, son ellas las insatisfechas y frustradas y las que lo consideran un trastorno médico", explica Ana Puigvert. Esta especialista que preside la Asociación Española de Andrología, precisa que para diagnosticar este trastorno, "la persona debe ser incapaz de controlar la eyaculación y vivirlo con ansiedad". La consecuencia, según la doctora Puigvert, es un deterioro de la relación de pareja y una casi total ausencia de sexo.
"Es la pescadilla que se muerde la cola porque la abstinencia sexual también produce eyaculación precoz". Los que padecen disfunción eréctil van solos a la consulta; los eyaculadores precoces llegan en pareja.
Así como sobre disfunción eréctil se han vertido ríos de tinta desde que apareció en el mercado Viagra (Pfizer), seguida por Cialis (Lilly) y Levitra (Bayer/GSK), de la eyaculación precoz apenas se había hablado hasta hace un par de años, cuando llegó el primer fármaco, Priligy (Janssen Cilag). "Hasta que no hay un tratamiento específico no se habla de las enfermedades", lamenta Puigvert.
"El cerebro es el primer órgano sexual", sentencia la doctora Puig vert para confirmar que la mayoría de los que sufren disfunciones sexuales tienen un daño psicólogico que afecta su confianza, su autoestima y su propia ejecución sexual. La doctora Puigvert lo comprobó en un estudio de disfunción eréctil en enfermos diabéticos, quienes suelen tener una causa orgánica que justifica el trastorno.
"Medimos la rigidez peneana mientras dormían y los resultados fueron normales en el 30% de los pacientes que se creían impotentes, lo que demuestra que el origen de la disfunción era psicológico". Para distinguir cuándo el enemigo está solo en la mente de los afectados debe hacerse una exploración física, una ecografía Doppler que mida el estado vascular periférico, estudios hormonales y, sobre todo, mirar con lupa la historia clínica. "Es un libro abierto", dice Puigvert.
El impacto psicológico es tan fuerte que ningún experto lo apuesta todo a un fármaco. Todos insisten en el apoyo psicológico, que refuerce la autoestima y enseñe a esperar a los hombres. "Un trastorno con cuatro años de recorrido no se resuelve de un día para otro. En nuestra cultura, la erección es la marca de la masculinidad, y un hombre derrotado necesita tiempo para recuperar la autoconfianza", señala Puigvert. Por su experiencia, el fármaco soluciona el trastorno orgánico, pero no cambia el hábito sexual. "Se necesita un promedio de ocho meses de tratamiento para que el paciente empiece a caminar solo".
De la misma manera que el efecto placebo, la ilusión de que nos hemos curado solo porque estamos tomando un fármaco es bastante alta en las disfunciones sexuales masculinas, cercana al 30%. Si el origen es psicólogico y el interesado cree que va en camino de solucionarlo, probablemente ya esté casi curado.
Viagra: ¿solución o diversión?
Tom Kaulitz, guitarrista de la banda Tokio Hotel, tiene 22 años y ya sabe lo que es un resacón de Viagra: un par de años atrás le tentaron a que la probara y no se tomó ni una ni dos pastillas, sino, según sus propias palabras, «probablemente demasiadas. A la mañana siguiente, tenía taquicardia y lo veía todo borroso. Lo pasé muy mal durante un par de días». La experiencia de Ben Affleck (29 años) también fue desalentadora: tal y como relataba en una entrevista en Playboy, decidió subirse al carrusel de la pastilla azul en un intento por «revivir aquellos días de la adolescencia», pero, lejos de recuperar el ardor juvenil, tan solo logró sentirse «sudoroso, mareado y con la sensación de estar teniendo un ataque al corazón». Kaulitz y Affleck no son bichos raros: por más que pensemos que quienes consumen Viagra, Cialis o Levitra (los tres medicamentos indicados para la disfunción eréctil) son hombres maduros con problemas de impotencia, sería una ingenuidad pensar que los varones jóvenes son insensibles a la promesa de una erección potente. Pero a los cinco años de su aparición en el mercado, el International Journal of Impotence Research ya constataba que se había triplicado su consumo entre varones menores de 45 años.
En España no hay datos oficiales que nos orienten acerca de hasta dónde llega la utilización de estos fármacos en hombres jóvenes, pues a menudo los obtienen a través de Internet o se los pasan bajo mano entre amigos, y muy rara vez se compran en farmacia y con receta. Aun así, una encuesta de Pfizer revelaba en 2010 que el 5% de los hombres consultados entre 25 y 34 años había usado un medicamento para la disfunción eréctil en los últimos 12 meses. Un 36% de estos hombres confesaba haberlo utilizado «bastante o mucho». El doctor Ignacio Moncada, coordinador nacional de Andrología de la Asociación Española de Urología, reconoce que «es una práctica bastante extendida». En su opinión, esta demanda obedece a «una cierta inseguridad sexual en los varones jóvenes: ante una exigencia femenina cada vez mayor, por el cambio de rol de la mujer –antes pasivo y ahora muy activo–, los hombres se sienten juzgados, examinados y sin confianza acerca de cómo van a funcionar sexualmente. Muchos de ellos piden ayuda, y la ayuda es una pastilla».
Tendríamos, no obstante, que diferenciar dos perfiles de usuarios jóvenes: el primero es el de quienes, como señala el doctor Moncada, «sufren una disfunción eréctil de origen psicológico, en la que juega un papel muy importante lo que se conoce como “ansiedad por ejecución”: están excesivamente pendientes de si su pene se pone o no suficientemente duro, y eso no les deja funcionar adecuadamente». Están indicados tanto para la disfunción eréctil orgánica como para la psicológica, «y lo que solemos hacer, cuando nos piden ayuda, no es prescribirles una pastilla para antes del coito, sino un tratamiento de un comprimido diario durante varios meses, de forma que no asocien la toma del comprimido al acto sexual inmediato. Esto, además, debe ir acompañado de asesoramiento psicológico y sexual para ayudar a evitar que el fármaco se vuelva algo imprescindible en sus vidas».
El segundo perfil es el de los que no tienen ninguna disfunción sino que, sencillamente, «quieren más». Más potencia, más duración, más firmeza. Aprendices de Nacho Vidal o Rocco Siffredi, estos usuarios no visitan las consultas de urólogos o sexólogos, sino que se buscan la vida y la erección por otros caminos. «El perfil es el de un varón de entre 30-40 años, con un nivel adquisitivo medio-alto y que, en el contexto de las relaciones sexuales, es abierto y liberal», explica el doctor Vicent Bataller, vicepresidente de la Asociación Internacional para el estudio Multidisciplinar de la Sexología. «Lo que busca es la certeza de que su erección va a ser firme y duradera, de forma que, aun tomando alcohol o drogas, pueda responder a las expectativas de sus compañeras. En nuestro contexto cultural, los genitales tienen una gran carga simbólica, y son muchos los hombres que se sienten mal sin esa erección».
Ahora bien, si un hombre no tiene un problema de impotencia –sea física o psicológica-, ¿hasta qué punto pueden resultarle útiles estas pastillas? «Si quien las toma es joven y no tiene un problema médico detrás, seguramente tendrá una mejora de la erección, aunque quizá no demasiado significativa y seguramente menor de lo que puedan ser sus expectativas», explica el doctor Carlos San Martín, sexólogo clínico y coordinador del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud (Cipsa). Y el doctor Bataller lo corrobora: «Siempre que haya deseo y que no se dé una gran ansiedad anticipatoria, funcionan». Claro, si partimos de la idea de que el máximo esplendor de la erección se sitúa en la adolescencia, y que, a partir de ese momento, progresivamente va “decayendo”, seguramente todo varón pueda, con la ayuda de una pastilla, llegar a notar un cierto florecer de su masculinidad. De ahí que se consuman estos fármacos sin que haya ninguna patología, pues, como ironiza el doctor San Martín, «en el sistema de valores de este patriarcado en el que vivimos, los hombres aún tenemos la autoestima en la entrepierna y en la cartera».
Bien, pues parece que las pastillas funcionan, aun cuando no haya una verdadera necesidad de tomarlas. Pero, fuera del ámbito de una prescripción médica, ¿son seguras? Porque, periódicamente, nos llegan noticias acerca de jóvenes que han fallecido tras, supuestamente, consumir este tipo de medicamentos. Algo en lo que coinciden todos los especialistas es en que se trata de fármacos muy seguros que rara vez tienen efectos adversos de consideración; el problema, señalan, es con qué se mezclan. Porque, muy a menudo, el kit fiestero no se ciñe a estos fármacos, sino que se adereza con drogas y alcohol. «Muchos hombres toman las pastillas para contrarrestar los efectos del alcohol sobre su erección, y no hay estudios que señalen hasta qué punto puede ser nocivo», señala el doctor Bataller. «Lo que sí es incompatible es el uso de estos fármacos con el consumo de nitrito de amilo (el popper), una droga muy utilizada en fiestas –especialmente en contextos gais– que es también un vasodilatador. Su uso combinado puede ser mortal».
Salvo en estos casos extremos, el peligro de la ecuación varón joven más fármaco para la disfunción eréctil es el de que, normalmente, no hay detrás de ellos una prescripción médica. En el mejor de los casos se consiguen de manos de farmacéuticos poco rigurosos a la hora de exigir una receta; en el peor –y más habitual–, en el mercado negro y en Internet. Dos son las razones detrás de esta compra bajo cuerda: por una parte, en la red se venden más baratos, en farmacia, una pastilla viene a costar entre ocho y diez euros, mientras que en Internet pueden encontrarlas por uno o dos euros. Por otra, el usuario se deja seducir por el anonimato para así evitar acudir a un médico.
Tentador, sí, pero arriesgado: «Según datos que manejamos, hasta el 90% de los medicamentos que se venden de esta forma son falsos», señala el doctor José Antonio Sacristán, director médico de Lilly, compañía farmacéutica que comercializa Cialis. «En algunos casos no son eficaces porque no tienen suficiente principio activo; en otros ni siquiera tienen y, además, se fabrican con polvo de tiza, talco… El problema es doble: no solo no funcionan, pueden ser perjudiciales para la salud. Más allá de la estafa, son un delito contra la salud pública».
La Generalitat valenciana pagará el 30% del tratamiento contra la impotencia por lesión medular
Los valencianos con una lesión medular o espina bífida tendrán un descuento del 30% en la compra de medicamentos destinados a combatir la impotencia - vasodilatadores periféricos como Viagra, Levitra o Cialis-. La Consejería de Bienestar Social de la Generalitat valenciana, gobernada por el Partido Popular, financiará el coste de estos fármacos como parte de un programa de educación sexual para personas con discapacidad física.
La Seguridad Social no cubre esta medicación que sólo se dispensa con receta y cuyo envase de cuatro comprimidos cuesta en la presentación de 50 miligramos -la más habitual- 41,5 euros. Los mayores beneficiarios serán víctimas de accidentes que hayan sufrido una sección de la médula espinal. Se trata de personas que presentan problemas motores, pero conservan reflejos autónomos que les permiten mantener relaciones sexuales, aunque en buena parte de los casos requieren un vasodilatador para tener relaciones plenas.
El programa de educación sexual, que se desarrollará junto a asociaciones de enfermos, cuenta con un programa de educación sexual y un estudio epidemiológico para evaluar las personas que podrán acogerse a la medida.
Segunda comunidad
La Comunidad Valenciana es la segunda en tomar medidas para facilitar que las personas con lesión medular u otras enfermedades tengan relaciones sexuales. En octubre de 2002 el Gobierno balear aprobó una iniciativa aún más amplia. En aquella proposición se incluía la dispensación gratuita y hospitalaria de estos medicamentos para algunos grupos de pacientes que incluían los que sufren lesión medular, diabetes, espina bífida, cáncer de próstata y esclerosis múltiple, entre otras, según fuentes de Pfizer, el fabricante de Viagra. Una portavoz de este laboratorio manifestó su alegría por la iniciativa -que desconocía- por lo que tiene de "demostración de la seguridad de estos productos".
El acceso a medicamentos contra la impotencia subvencionados es una petición compartida por asociaciones de diabéticos, lesionados medulares y otras personas que sufren enfermedades crónicas. Alberto del Pinto, presidente de la Asociación de Parapléjicos y Grandes Minusválidos calificó de "muy corta" la medida, "aunque es mejor que nada". Del Pinto recordó que ya habían presentado la propuesta de que se facilitaran estos fármacos al anterior Gobierno, pero "las conversaciones fueron absolutamente infructuosas".
"Está bien que se haga, pero no entendemos que se subvencione sólo el 30%, cuando la parte subvencionada de los demás medicamentos es del 40%. Otros tratamientos, como unas inyecciones para los cuerpos cavernosos (la parte del pene que al llenarse de sangre produce la erección) están subvencionadas, y eso que son más caras, más incómodas y con más contraindicaciones", añadió.