Los antibióticos se quedan fuera de juego

La resistencia de las bacterias a los antibióticos es una amenaza para la salud pública que cada día se hace más patente. El último dato, referido sólo a España, muestra a las claras el alcance del proceso. Mide el impacto sobre la bacteria más frecuente, el estafilococo áureo, de la penúltima arma terapéutica disponible. Y el resultado es que un 30% de las cepas del microorganismo que circulan (entre otros lugares, son predominantes en la piel de las personas) ya no responden ante este antibiótico. Son los denominados Staphylococcus aureus resistentes a la meticilina (SARM o MRSA en inglés). Los datos son de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas (Seimc).

Con ello, las personas que tengan una infección de este tipo quedan más expuestas a complicaciones (por ejemplo, si tienen que pasar por un quirófano). Después de la meticilina, sólo hay un antibiótico de uso estándar, la vancomicina, con el que abordar las infecciones por esta bacteria. Luego ya quedan tratamientos muy agresivos o peor tolerados.

El Staphylococcus aureus está considerado uno de los grandes responsables de la enfermedad infecciosa en el ser humano, indica la sociedad médica. "Las infecciones graves producidas por SARM como la endocarditis, bacteriemia o neumonía, suelen estar asociadas a una infección adquirida en el hospital. Sin embargo, en estos últimos años, se ha observado un incremento progresivo de infecciones producidas por SARM, que afectan a la población sana y sin contacto previo con el entorno sanitario", señalan los expertos. Ante el peligro, Francisco Gudiol, Jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital de Bellvitge (Barcelona) y otros médicos de la sociedad han elaborado una guía para tratar una de las complicaciones más graves de este microorganismo, las miocarditis (cuando la infección afecta a los músculos del corazón).

El efecto de las infecciones adquiridas en el ámbito hospitalario, también llamadas nosocomiales, ha sido recientemente evaluado en el Foro Ibérico de la Pared Abdominal. La conclusión es que suponen un aumento del tiempo de hospitalización de una semana, con lo que implica de malestar y gasto. "En concreto, se calcula que la infección de la herida quirúrgica incrementa el coste asistencial en torno a 3.000 euros, cifra que puede aumentar hasta los 6.000 euros si se trata de una infección quirúrgica profunda y hasta los 15.000 si existe una fuga de una sutura digestiva o bronquial", explica el doctor José María Enríquez-Navascués, jefe del servicio de Cirugía General del Complejo Hospitalario de San Sebastián. Una de las soluciones barajadas en el encuentro es usar un tipo de sutura que está impregnada en antibiótico, con lo que se disminuye el riesgo de que la incisión de una operación se infecte.

La OMS suspende los ensayos clínicos con hidroxicloroquina por “precaución”

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha anunciado este lunes la suspensión “temporal” de los ensayos clínicos internacionales con hidroxicloroquina por “precaución” y tras la publicación en la revista médica The Lancet de una investigación en la que se cuestiona la eficacia y se alerta de efectos contraproducentes de este medicamento, creado inicialmente para la malaria y popularizado por el presidente de EE UU, Donald Trump, al reconocer que lo usaba. La decisión, anunciada en una conferencia internacional por el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, supone la paralización de los ensayos en el ámbito de la lucha contra la covid-19.

La investigación de The Lancet analizó a más de 96.000 pacientes de 671 hospitales del mundo donde se utilizó cloroquina y su derivado hidroxicloroquina como posible tratamiento contra el coronavirus. La conclusión, que ha motivado la decisión de la OMS, es que ninguno de estos compuestos aporta beneficio alguno a los enfermos hospitalizados por la covid-19, sino que aumentan el riesgo de sufrir arritmias y de morir.

Los dos supuestos tratamientos son compuestos genéricos utilizados para la malaria y otras enfermedades autoinmunes. Pese a las escasas evidencias de su utilidad, Trump y el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, apostaron por estos medicamentos y han provocado una alta demanda internacional sin pruebas científicas sobre su efectividad.

El ministro de Salud de Brasil Nelson Teich dimitió por la “discordancia” con Bolsonaro sobre la hidroxicloroquina, cuyo uso generalizado fue aprobado en el país para pacientes de covid-19. “Los recursos humanos son escasos. Aquí cada centavo vale oro. El uso de los recursos tiene que ser el adecuado. Si yo tengo cosas que no sé si funcionan, yo no puedo gastar dinero en eso porque tengo muy poco”, explicó Teich en relación con el apoyo presidencial al cuestionado tratamiento.

El ministro francés de Sanidad, Olivier Véran, ha pedido un estudio a la inspección de medicamentos para que haga “una revisión de las normas de prescripción y, en su defecto, de su derogación”, según anunció el pasado sábado.

La investigación de The Lancet analizó la efectividad de la cloroquina y la hidroxicloroquina solas o con un antibiótico macrólido (azitromicina o claritromicina) en comparación con enfermos que no recibían ninguno de estos tratamientos. La mortalidad en el grupo de control que no recibió los fármacos fue del 9,3%, mientras que entre los que sí tomaron esos fármacos murieron entre el 16%—en el grupo que tomó solo cloroquina— y el 23%, en el que tomaba hidroxicloroquina y antibiótico. Los pacientes que tomaron alguno de los fármacos analizados tenían más riesgo de sufrir arritmias, un problema cardiaco que puede desencadenar muerte súbita. El grupo con mayor riesgo añadido es el de los que tomaban hidroxicloroquina y antibiótico, con un 8%, comparado con el 0,3% del grupo de control.

Los responsables de la OMS han advertido de que la suspensión es “temporal” y explicado que se trata de un “proceso ordinario” hasta recabar más información científica sobre este medicamento, en especial tras la investigación científica que cuestiona sus efectos.

En España, donde varios hospitales participan en los suspendidos ensayos clínicos de la OMS, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, abogó, tras la publicación de The Lancet, por controlar el uso y el tiempo de administración de la hidroxicloroquina. “El problema con la hidroxicloroquina es el tiempo. No creo que si la hidroxicloroquina está demostrando un efecto del riesgo de infección podamos decir que no se utilice. Lo que sí tenemos que hacer es un control de la dosis, un control del tiempo de su uso y, sobre todo, tener mucho cuidado de no dárselo a las personas que no deberían de tomarlo, porque este tratamiento no puede tomarse de cualquier manera por cualquier persona y tiene que estar bien prescrito por un facultativo”, zanjó el pasado viernes.

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Nuevos antibióticos combaten las bacterias superresistentes

Una nueva familia de antibióticos desarrollada por el equipo de César de la Fuente-Núñez, del laboratorio Hancock de la Universidad de la Columbia Británica, promete ser una ayuda importante en la lucha contra las bacterias superresistentes. El trabajo que ha publicado Chemistry & Biology, de Cell Press, se basa en atacar a las colonias de microorganismos. Estos forman películas (biofilms en la terminología científica) que les dan una especial resistencia. El grupo de péptidos (pequeñas proteínas) desarrollados actúa contra uno de los compuestos que sirven para confeccionar ese tejido.

“Las colonias bacterianas o biofilms, que son comunidades multicelulares, se estima que causan el 65% de todas las infecciones en humanos”, indica De la Fuente a EL PAÍS. “Y son hasta mil veces más resistentes a antibióticos convencionales que las bacterias que llevan un modo de vida solitario”, añade.

Parte de la eficacia de estos nuevos antibióticos está en su estructura. En la naturaleza, las proteínas tienen una configuración que polariza la luz hacia la izquierda (la forma L, de levógiras). Ya con anterioridad el equipo del investigador había trabajado con prototipos de antibióticos con esta configuración, pero se encontraron con un problema: es la estructura para la que están preparados los mecanismos de limpieza del organismo que destruyen las proteínas que sobran. Para evitar este peligro, al menos temporalmente, lo que han desarrollado son moléculas que son la imagen especular de las naturales (llamadas D o dextrógiras, que polarizan la luz hacia la derecha). Este sutil cambio hace que las proteasas (proteínas que rompen proteínas) que deberían destruirlas no las puedan atacar tan fácilmente. Es como si una persona fuera vulnerable a un robot que le identificara por llevar una pistola en la mano derecha, y lo burlara pasándose el arma a la izquierda.

De la Fuente y su grupo han probado estos péptidos en cultivos y modelos animales, y han comprobado que funcionan incluso en infecciones por bacterias superresistentes. Otra de sus ventajas es que “potencian la actividad de los antibióticos convencionales (que se prescriben en la clínica) para deshacerse de estos biofilms”, indica. “Hay que tener en cuenta que estos antibióticos por sí solos apenas afectan a los biofilms y actualmente no hay terapias efectivas contra la formación o erradicación de estas películas”. Para ello, basta con una pequeña cantidad de los nuevos péptidos combinados con antibióticos tradicionales. Ello aumenta sus posibilidades de actuación.

El desarrollo de De la Fuente-Núñez no es el único reciente para luchar contra el problema de las bacterias resistentes a los antibióticos. La semana pasada, un grupo de la Universidad de Utah publicó en PNAS, la revista de la Academia Americana de Ciencias, otro esperanzador trabajo. En este caso se basa en el descubrimiento de que el grupo hemo (el núcleo de la hemoglobina, la molécula que se encarga de transportar el oxígeno a las células) de muchas bacterias (las llamadas Gram positivas) no era como los demás.

La idea que proponen los investigadores es aprovechar que para conseguir un hemo diferente hace falta una ruta de síntesis distinta, lo que ofrece una diana que permitiría destruir las bacterias —interrumpir esos procesos específicos— sin afectar al resto de las células del infectado.

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