La demanda de antigripales da alas a las farmacias ilegales en Internet
Comprar medicamentos por Internet es jugar a una ruleta en la que se tiene entre el 50% y el 90% de posibilidades de que los productos que se adquieren sean falsos. El tema toma especial relevancia cuando en el mejor de los casos los fármacos falsos son sólo ineficaces. En el peor, pueden provocar la muerte. Esta práctica sigue las modas sanitarias. El año pasado, los antigripales (con el Tamiflu, verdadero o falso, a la cabeza) fueron los más vendidos.
Tomando como medida los únicos datos verificables, las incautaciones en las aduanas, el fenómeno lleva un crecimiento imparable. En 2005, en la UE se retiraron de la circulación 560.000 envases. Dos años después, fueron más de 4 millones. Y eso que todavía no había empezado la alerta por la nueva gripe y el miedo que hubo en algunos países a finales de 2009 de que no hubiera tratamientos para todos. Son datos del estudio
Según los datos del trabajo, España es el cuarto país europeo después de Alemania, Italia y Noruega que más medicamentos adquiere a través de prácticas inadecuadas o ilícitas, como comprar medicamentos en la farmacia sin receta, comprarlos en gimnasios, discotecas, o por Internet, según el estudio Cracking Counterfeit Europe (algo así como Desactivando las Redes de Medicamentos Falsos en Europa) presentado ayer. El trabajo tiene una base de 14.000 encuestas digitales, validado por la empresa de investigación de mercado británica Nunwood, y elaborada por Toluna siguiendo los criterios de población de la base de datos de Eurostat y un panel de selección de reclutamiento de encuestados con los criterios de regulación del certificado de calidad on line ESOMAR. Lo ha financiado Pfizer, una compañía siempre muy interesada por el daño que estas ventas hacen a uno de sus productos estrella, el tratamiento contra la disfunción eréctil sildenafilo (Viagra).
De la encuesta, realizada entre octubre y noviembre de 2009, se desprende que los medicamentos que más se adquirieron son los tratamientos para la gripe (59,2%), seguido de las pastillas para adelgazar, terapias para dejar de fumar (16,8%) y el dolor crónico (16,1%). Los cuartos son los tratamientos contra la impotencia (14%).
De igual modo, los motivos principales esgrimidos para los compradores son que los medicamentos así adquiridos eran más baratos, en que no se podían comprar en el propio país (al menos sin receta), y en que es "más práctico y más rápido" que la vía convencional. Los hombres compran más medicamentos que las mujeres.
El 24% de los encuestados que reconocieron haber adquirido medicamentos por canales no establecidos detectaron que la medicina era falsa, el 40% considera que la medicina no funcionó y el 37% afirma que no fue segura.
La OMS estima que en 2010 la venta de medicinas falsas alcanzará los 75.000 millones de dólares (55.000 millones de euros). Y de ellos, según este estudio, el mercado español podría alcanzar los 1.500 millones de euros anuales. Y eso que España es de los países con mayor oferta pública de medicamentos (el Estado paga más del 80% de la factura farmacéutica, y todos los fármacos dispensados en hospitales públicos). A cambio, la venta de medicamentos por Internet es ilegal, salvo que se trate de compras a las direcciones digitales de farmacias ya legales. El fenómeno, sin embargo, es difícil de frenar, porque la libre circulación de mercancías y el volumen del tráfico postal hace imposible inspeccionar todos los paquetes que llegan de la UE, o de países como Andorra. De ahí que, según la encuesta, más de un tercio de las compras de medicamentos por Internet realizadas desde España fueron realizadas a través de páginas extranjeras, y el 20% se efectuaron tras recibir los consumidores publicidad sobre estas medicinas a través de correo basura.
No todo es por ahorrar, al menos según los encuestados. Un 30% de quienes respondieron al cuestionario en España afirma que desconoce que el Reductil (un adelgazante) necesita receta, un 26% en el caso de Viagra, un 21% respecto a Cialis (ambos tratamientos para la disfunción eréctil), el 19% en relación a Xenical (otro fármaco usado en dietas de adelgazamiento) y el 11% referente a Tamiflu.
Lógicamente, el problema es mayor en lugares más restrictivos o donde las ayudas públicas son menores. Así, mientras la OMS calcula que en los países más ricos sólo el 1% de los fármacos consumidos son falsos, en los pobres este porcentaje llega al 50%.
Respuesta desafortunada
Observando a los ciervos a finales de septiembre en plena berrea, resulta envidiable la facilidad con la que los machos hacen aparecer sus penes fibrosos. Los humanos somos prácticamente los únicos mamíferos a los que la naturaleza ha dotado de un aparato sexual con mecanismo eréctil casi totalmente vascular; sin ningún tipo de apoyo, ni óseo ni cartilaginoso. Esta broma evolutiva no parece tener fundamento conocido, pero ha entregado a los machos de nuestra especie un regalo envenenado: el individuo independiente que les cuelga entre las piernas.
Las veleidades autonomistas de este inseparable amigo ponen a muchos hombres en situaciones comprometidas. Es enemigo de las imposiciones. Y se rebela más cuanto más intentamos controlarlo. Sólo responde a las órdenes del sistema nervioso autónomo, que, como su propio nombre indica, no suele obedecer a la voluntad de su dueño. Por eso hay aproximadamente dos millones de españoles a los que su pene no les responde adecuadamente. A veces, porque él mismo o el organismo que lo sustentan están enfermos. Las alteraciones vasculares, neurológicas, endocrinas o de otro tipo que suelen llevar aparejados factores de riesgo -como la diabetes, la hipertensión, el alcohol, el tabaco - necesitarán un tratamiento específico para cada caso.
Con alteraciones o sin ellas, lo que definitivamente deja fuera de combate al habitante díscolo de la entrepierna varonil es la excesiva obsesión por el control. Cuando se siente demasiado urgido a cumplir el papel que se espera de él se encoge, se rebela y da la espalda a su dueño. Entonces, el portador se asusta, se siente fracasado y aumenta su presión y su control, empeorando la situación y cerrando el círculo vicioso de fracaso, miedo al fracaso y vuelta a fracasar. La atención fijada en la propia erección, con la preocupación expectante por ver si ocurre o no, elimina los estímulos que la hacen posible. Y todos sabemos cuáles son esos estímulos: eróticos, pasionales, sensuales; en definitiva, sexuales. Esperar con ansiedad a que el pene responda se parece mucho más a lo que sentimos en un examen de conducir que a un estímulo sexual. Y ya resulta difícil tener una erección en un examen de conducir Salvo en circunstancias de fantasías muy especiales.
Todo este proceso de desencuentro entre el miembro y su dueño está presente casi siempre que se produce una disfunción eréctil. Comprender a nuestro peculiar compañero es fundamental para que las cosas funcionen o no empeoren más de lo debido, incluso cuando existen otros problemas añadidos. Y comprenderlo es saber que: a) Le gusta ir a su aire, y por tanto no le gustan las imposiciones; b) Funciona mejor con lo espontáneo que con lo planificado, y c) Es más sensible a los sentimientos y a las sensaciones que a la razón. Si tenemos en cuenta todo esto, nos dará más satisfacciones que disgustos; si nos obsesionamos por controlarlo, se convertirá en un rebelde de brazos caídos.
También ocurre que a veces el pene se parece a su dueño en muchas cosas. Cuando se le da demasiada importancia, tiene tendencia a creérselo. Si se siente el centro de atención, es muy probable que se vuelva déspota, holgazán y caprichoso. Le va mejor tener que compartir protagonismo y saber que si no funciona, manos, labios o lengua le sustituirán. Es bueno que sepa que hay cosas para las que no sirve que son tan importantes como la penetración. Entonces despierta de su ensimismamiento para hacerse valer. Eso lo sabemos muy bien los sexólogos, quienes ante una disfunción eréctil planteamos dejar al miembro y a la penetración en un segundo plano. Si lo conseguimos y no existe otro problema añadido, las probabilidades de que vuelva a funcionar son altas.
Pero no sólo nosotros, dueños del artilugio, podemos someterle a una excesiva presión. También puede hacerlo la pareja cuando lo convierte en el termómetro del deseo, el amor o la pasión hacia ella. Y cuando no funciona, en el chivato de una posible infidelidad. Así aumentará aún más la ansiedad y, como consecuencia, la apatía del pene. Por eso la complicidad de la pareja ayuda a poner las cosas en su sitio.
El pene también puede estar enfermo por las causas antes referidas. Habrá entonces que cuidarlo. Y, además de quitarle presión, tratar adecuadamente la alteración que causa su enfermedad. Ése es el trabajo del sexólogo, apoyado a veces por otro especialista (andrólogo, urólogo, neurólogo, cirujano vascular, endocrino ). Los medicamentos más eficaces que se recomiendan son los que ayudan a llevar sangre a los cuerpos cavernosos: por vía oral (Viagra, Cialis, Levitra, Uprima) o por inyección intracavernosa, cuando el caso se agrava (Alprostadil). Y hay que tener en cuenta que ninguno de ellos aumenta el deseo, sino que facilita la erección con el concurso de la estimulación sexual.
Para mantenerse en plena forma física
01 Centrar toda la atención posible en los estímulos sexuales y no, como suele hacerse, en conseguir una erección.
02 No basar toda la relación sexual de manera exclusiva en la penetración. También hay vida más allá del coito.
03 Abandonarse a los sentimientos y a las sensaciones, sin pretender controlar todo lo que sucede durante el encuentro.
04 El pene erecto no ha de convertirse en la varita mágica de las relaciones sexuales. Las hay sin penetración, en las que las caricias, los abrazos, los besos o los masajes eróticos son los verdaderos protagonistas.
05 Enterrar ciertos mitos, como el relativo a la vejez o ciertas enfermedades. Si no hay otro problema, la avanzada edad, por sí sola, no tiene por qué representar el fin de la erección. Muchos parapléjicos incluso conservan sus erecciones.
06 La abstinencia sexual prolongada no es el remedio adecuado, sino todo lo contrario. Huir nunca es la solución.