Dieta y cáncer de mama
En una entrevista publicada en EL PAÍS el pasado 29 de marzo, un oncólogo y hematólogo de un Hospital de Miami en EEUU, participante en un simposio sobre cáncer de mama en Barcelona, afirmaba en un llamativo titular, que ni la dieta ni el estilo de vida previenen contra el cáncer de mama y que un fármaco, el tamoxifeno, es la única medida científicamente comprobada de prevención.Aceptando que en los reportajes se hacen comentarios verbales que carecen de la rigurosidad de las expresiones escritas, estas afirmaciones no se corresponden con las evidencias científicas existentes y requieren ser clarificadas. Lamentablemente, los investigadores y la ciencia quedan desacreditados cuando difunden mensajes contradictorios a la población no especializada, pero ésta debe ser consciente que esto es inevitable porque las ciencias biomédicas no son exactas y los investigadores están sometidos a múltiples intereses y presiones que condicionan a veces los criterios científicos.
La incidencia de cáncer de mama es casi 10 veces más baja en China y Japón que en EE UU, y estudios de los inmigrantes de esos países a los países occidentales han mostrado que sus descendientes adquieren el riesgo del país receptor. Esto es una evidencia científica a favor de factores causales relacionados con el estilo de vida, más que de la acción de factores genéticos hereditarios.
El proceso de carcinogénesis de la mama, como el de la mayoría de tumores, no es simple. La mama está regulada por hormonas, y en la génesis del cáncer hay una interrelación de múltiples factores dietéticos, antropométricos, hormonales y genéticos, que condicionan la susceptibilidad o resistencia.
En un reciente informe sobre Nutrición y Prevención del Cáncer (World Cancer Research Fund & American Institute for Cancer Research, 1997) que resume la evaluación de más de 100 estudios epidemiológicos, realizada por los especialistas de mayor prestigio de EE UU y Europa, se concluye que es probable que el alto consumo de vegetales y frutas reduzca el riesgo de cáncer de mama. Es posible asimismo que la actividad física y el alto consumo de fibras sean eficaces en la prevención de este tumor. Se afirma, por otro lado, que existen evidencias convincentes de que el crecimiento corporal rápido en la adolescencia y una mayor altura en la edad adulta aumenta el riesgo de cáncer de mama. Estos factores están relacionados con la nutrición y el estilo de vida, y hay estudios que han mostrado que la dieta y la actividad física modifican la edad de aparición de la primera regla en las adolescentes. Se considera asimismo que existen evidencias científicas como para asumir que es probable que la obesidad en las mujeres postmenopausicas y el alto consumo de alcohol aumenten el riesgo de cáncer de mama, y que es posible que el alto consumo de carnes rojas y de grasas, especialmente las grasas saturadas y de origen animal, aumenten el riesgo de cáncer de mama. El tejido celular adiposo acumulado en las mujeres obesas después de la menopausia puede actuar como un depósito de sustancias que favorecen la producción periférica de estrógenos que podrían tener una acción de tumorogénesis sobre las células mamarias.
No se puede afirmar, como trasmite este investigador en la entrevista, que la epidemia de cáncer en el mundo no tiene nada que ver con la dieta ni con el estilo de vida sino con que la población es más vieja. El cáncer es una enfermedad mayormente prevenible: sin contar el tabaco, la principal causa de cáncer, un 30 % de la incidencia de cáncer en el mundo podría ser evitada a través de medidas dietéticas, control de peso y actividad física.
Las evidencias sobre la relación de la dieta y el cáncer de mama no son emocionales, son científicas, aunque a veces los resultados de los estudios son inconsistentes y por ello clasificamos las evidencias en suficientes, probables y posibles. Pero esto también es aplicable al tamoxifeno. De los tres estudios más importantes realizados, el de EE UU (J Natl Cancer Inst, 1998) muestra un importante efecto preventivo contra el cáncer de mama (aunque aumenta paralelamente la incidencia del cáncer de endometrio y de enfermedad cardiovascular), mientras que un estudio del Reino Unido (Lancet, 1998) y otro en Italia (Lancet, 1998) no han mostrado ningún efecto protector. Esto es parte de la realidad de nuestra investigación científica, y la población tiene el derecho de conocer los alcances y limitaciones de la misma. La dieta puede ser importante en la prevención del cáncer, aunque a veces parece que las medidas que no son patentables carecen de validez científica.
Un antiguo fármaco contra el cáncer de mama regula las células tumorales del páncreas
Desarrollar un fármaco suele llevar décadas y cuesta millones de euros. Por eso, un equipo de investigadores dirigido desde el Imperial College de Londres celebra haber encontrado un uso nuevo y prometedor para un antiguo medicamento, el tamoxifeno. Este compuesto, con estructura molecular parecida al estrógeno, se lleva empleando durante años para tratar y prevenir cáncer de mama. Ahora, mediante una serie de experimentos en ratones, los científicos han encontrado que también debilita la estructura externa de tumores sólidos, como los de páncreas, y así podría limitar su proliferación y supervivencia.
Desde 1990, la tasa de mortalidad del cáncer de páncreas ha aumentado un 5%; ahora es de casi 10 fallecidos por cada 100.000 habitantes. Menos del 5% de los pacientes sobrevive al tumor pancreático más habitual, el adenocarcinoma ductal. Estas masas descontroladas de células responden muy mal a los tratamientos porque se rodean de una coraza, formada por varios tipos de fibras enmarañadas, que bloquea el acceso a los fármacos e incluso a la circulación de la sangre. Para sobrevivir a su aislamiento, el tumor segrega proteínas que reprograman el metabolismo habitual de las células y les permiten aguantar en ausencia de oxígeno, una condición llamada hipoxia.
En ratones con cáncer de páncreas y en cultivos celulares que lo simulan, los científicos constataron que el tratamiento con tamoxifeno tiene dos efectos: ablanda la coraza externa —llamada estroma, que también es crucial para la proliferación del cáncer— y desactiva la defensa metabólica contra la hipoxia. En teoría, esto debería reducir tanto el avance como la supervivencia de las células tumorales, algo que los investigadores han observado en cultivo pero solo constatan de forma tentativa en los ratones vivos. Al mejorar la circulación sanguínea del tumor en respuesta al tamoxifeno, también debería aumentar la eficacia de tratamientos como la quimioterapia, otro fenómeno que se deberá comprobar en investigaciones futuras. Los resultados actuales son prometedores, pero preliminares.
“Los efectos que describen del tamoxifeno en las células del estroma son interesantes y en buena parte novedosos”, opina Francisco Real, jefe del Grupo de Carcinogénesis Epitelial en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). Sin embargo, el estudio “está muy lejos de demostrar un efecto antitumoral” en vivo, matiza. Además, los experimentos emplearon dosis de tamoxifeno muy superiores a las que se utilizan en la clínica para tratar el cáncer de mama; hasta cien veces más, en algunos casos. Los autores describen sus resultados en dos artículos de investigación publicados en la revista científica EMBO Reports, que ha dedicado su portada de enero al descubrimiento.
Una nueva diana terapéutica
El tamoxifeno se desarrolló como un fármaco anticonceptivo en la década de 1960. Ese uso del medicamento falló, pero encontró una nueva vida como el compuesto antiestrógeno más recetado de todos los tiempos. Durante más de 50 años se ha empleado, sobre todo, para evitar recaídas de cáncer de mama, ya que su estructura molecular bloquea los receptores de hormonas femeninas que regulan el crecimiento de algunos tumores de pecho.
Dichos receptores no se encuentran en otros tipos de cáncer, por eso los investigadores biomédicos no han tenido motivo para sospechar que el tamoxifeno tuviese otra utilidad. Lo más sorprendente del nuevo descubrimiento es que el medicamento actúa por adhesión a una diana terapéutica completamente distinta, un receptor que no es específico a ningún tipo de tejido y por tanto está presente en células de muchos cánceres sólidos que forman estromas, como el de hígado, el de pulmón, y también el de mama.
Armando del Río, el investigador de Imperial College London que ha encabezado las investigaciones, asocia el tratamiento con tamoxifeno a la reducción del tejido fibroso del estroma incluso en casos históricos de cáncer de mama, aunque este efecto del medicamento se desconocía hasta ahora. “Al ver mamografías de mujeres con riesgo de cáncer de mama, nos llamó la atención que en aquellas que tomaban tamoxifeno, disminuía drásticamente la fibrosis. Eso fue lo que nos hizo pensar que [el tamoxifeno] tenía un mecanismo de acción nuevo, diferente al conocido”, explica.
Del Río y sus compañeros eligieron estudiar ratones con cáncer de páncreas porque produce los tumores más rígidos de todos los cánceres sólidos, pero sospechan que el tratamiento podría ser eficaz contra muchos otros. En un estudio más reciente, ya dicen haber replicado sus resultados en modelos de cáncer de hígado.
Los científicos destacan que es interesante estudiar la capacidad de modificar el estroma, porque el papel que juega esta estructura no es idéntico en todos los tumores. “En los últimos diez años ha habido un debate acalorado sobre si el estroma es amigo o enemigo de las células del tumor”, explica Real, que no participó en esta investigación. “En determinados casos puede ser beneficioso para el paciente y negativo para el tumor, pero otras veces es al revés. Lo más importante no es eliminar el estroma, sino modularlo”, dice.
Aunque el tamoxifeno, que no es tóxico, está aprobado para uso clínico por su efecto antiestrógeno, será necesario llevar a cabo ensayos clínicos para comprobar su eficacia en el nuevo contexto. Si se demuestra que es útil para frenar la proliferación y crecimiento de los tumores sólidos gracias a un efecto sobre el estroma, las sociedades oncológicas y entidades reguladoras podrían empezar a recomendar la prescripción de este medicamento más allá del cáncer de mama. Ese futuro es hipotético, recuerda Real, y sería irresponsable recetarlo así de acuerdo con las evidencias actuales. Pero abre una nueva vía de investigación en el tratamiento del cáncer de páncreas, un tumor para el cual los avances clínicos llevan décadas prácticamente estancados.
Las británicas con historial de cáncer de mama tendrán tratamiento preventivo
A partir de este verano, las mujeres de Inglaterra y Gales “con un fuerte historial de cáncer de mama en su familia” podrían comenzar a obtener un tratamiento preventivo a base de tamoxifeno para reducir el riesgo de contraer la enfermedad.
En Reino Unido (como en España) el cáncer de mama es el más extendido entre las mujeres. Cada año se diagnostica a 50.000 mujeres y 400 hombres y la mayoría se producen espontáneamente, sin necesidad de tener casos en la familia. Pero según los datos de Breakthrough Breast Cancer en uno de cada cinco casos sí que influyen factores hereditarios en el desarrollo de la enfermedad.
El Instituto Nacional de Salud y Excelencia Clínica (NICE en sus siglas en inglés), que pertenece al sistema de salud público británico, ha lanzado una consulta para saber si sería posible dar este medicamento durante cinco años a mujeres mayores de 30 años. Fue en 2006 la primera vez que NICE puso sobre la mesa esta posibilidad. Si se aprueba este verano, podría ser la primera medida de este tipo en la historia de la sanidad de Reino Unido, algo que las asociaciones contra el cáncer han calificado como un “excitante cambio histórico”. El texto a aprobar también recomienda que esas mujeres tengan la opción de hacerse mamografías cada año, en vez de cada tres.
NICE ha asegurado que hasta ahora no se ha hecho suficiente para prevenir que personas sanas con alto riesgo desarrollen la enfermedad. La sanidad pública británica considera que están dentro de este perfil a las mujeres con una madre y una hermana o una tía hayan padecido cáncer de mama o de ovario antes de los 50 años. “Es importante que las mujeres con una historia familiar de cáncer de mama tengan opciones y conozcan cuales son las maneras de reducir el riesgo de desarrollar la enfermedad”, ha asegurado Eluned Hughes a BBC, de la asociación Breakthrough Breast Cancer.
Tomar tamoxifeno durante cinco años puede reducir el riesgo entre un 30% y un 40%, según datos de esta asociación. “Aunque, como con todos los medicamentos, el consumo de tamoxifeno tiene pros y contras que hay que considerar”, asegura Huges. Jack Cuzick, experto en epidemiología de la Universidad Queen Mary de Londres y miembro de Cancer Research UK, asegura que de cada 1.000 mujeres que tomen tamoxifeno para prevenir cáncer de mama, 20 menos desarrollarán la enfermedad. “Tanto el tamoxifeno como el raloxifeno (un medicamento similar) deberían de ser aprobados como tratamiento preventivo, la evidencias del éxito son abrumadoras”, asegura Cuzick.