Así será el antibiótico del futuro
La historia recuerda en muchos sentidos la edad de oro de los antibióticos, en las décadas de los cuarenta y cincuenta, cuando Selman Waksman y los científicos de Merck descubrieron y desarrollaron la estreptomicina y otra veintena de esos fármacos fundamentales para la medicina moderna. Inspirados por aquella gesta, y motivados por la necesidad cada vez más acuciante de antibióticos que superen las resistencias bacterianas, los investigadores de Merck han dado ahora con el primer miembro de lo que promete ser una generación radicalmente nueva de fármacos antibacterianos. La clave está en unas estructuras genéticas casi mágicas: los riboswitches.
El fundamento de toda la genética es la complementariedad entre las letras del ADN (bases, en la jerga): se aparean A con T, C con G. En la doble hélice del ADN, si una de las hélices dice gatacca, la otra solo puede decir ctatggt: por eso, si se separan las dos hélices (o hebras), cada una puede reconstruir a la otra, y de ahí que los seres vivos pueda sacar copias de si mismos.
Cuando se activan, los genes no se leen directamente. Primero, una de las dos hebras se copia en una molécula de ARN, similar al ADN pero con una sola hebra, y después ese ARN se traduce en otro tipo de secuencia, el rosario de aminoácidos que constituye una proteína. La estreptomicina de Waksman interfiere con ese sistema de traducción, aprovechando que es bastante diferente en las bacterias y en nuestras células (y por tanto afecta a las primeras y no a las segundas).
Pero el ARN no solo se traduce a proteínas: como solo tiene una hebra, se puede aparear consigo mismo cuando dos de sus tramos son complementarios. Por ejemplo, si un tramo dice gcgcgcg y otro dice cgcgcgc, los dos tramos se aparean en una mini-doble hélice, formando estructuras en 3D con todo tipo de formas específicas. Una de las más importantes para las bacterias son los riboswitches, o interruptores de ARN, capaces de reconocer moléculas esenciales (vitaminas, metabolitos, coenzimas) y regular la traducción del ARN a proteínas. Ahí es donde se dirigen los nuevos antibióticos.
John Howe y sus colegas de los laboratorios de investigación de Merck en Keilworth, Nueva Jersey, y West Point y North Wales, en Pensilvania, presentan en el artículo principal de Nature el primer fármaco candidato que se dirige contra un riboswitch, en concreto el riboswitch que reconoce a la riboflavina, o vitamina B2, una molécula esencial para la lógica metabólica de las bacterias. Este riboswitch, que está presente en muchos ARN esenciales, activa su traducción cuando reconoce a la vitamina B2.
El nuevo candidato a fármaco, que se llama ribocil, compite eficazmente con la vitamina B2 por la unión al riboswitch, pero bloquea la traducción en lugar de activarla. Eso destruye a la bacteria. El ribocil es, por tanto, el primer miembro de una nueva generación de antibióticos, contra la que las bacterias actuales carecen de resistencia.
Los investigadores han hallado el ribocil por un método convencional de rastreo (screening), en el que han probado una biblioteca de 57.000 pequeñas moléculas sintéticas. Lo que hace especial su screening es el método de selección, que está dirigido específicamente a las moléculas que bloquean la síntesis de vitamina B2.
En las pruebas con ratones infectados con bacterias patógenas, el tratamiento con ribocil reduce la concentración bacteriana en más de 1.000 veces. E igual de importante: el ribocil no tiene efectos tóxicos para el ratón. Ahora falta, por supuesto, someter la molécula, o alguno de sus derivados mejorados, a los preceptivos ensayos clínicos. Llevará años, como es habitual.
La mala noticia es que, cuando las bacterias en cultivo se exponen de forma prolongada al ribocil (en concentraciones subletales), acaban generando resistencia al fármaco. Como decía el matemático del caos interpretado por Jeff Goldblum en Parque Jurásico, “la vida siempre encuentra su camino”. La carrera sigue en marcha.
“Entré a tomar una cerveza
La fama de la marisquería Moreno II de Móstoles, reconocida por sus cigalas y carabineros, por donde pasaron al menos 12 casos de legionela confirmados, atrajo como un imán a José María Pérez García. “Entré a tomar una cerveza el lunes 18 de junio o el martes 19 porque unos amigos me habían hablado del establecimiento, uno de los centros de peregrinación culinaria de Móstoles, y casi me cuesta la vida”, reflexionaba ayer, tras regatear a la muerte —“la mortalidad de la neumonía que me agarré por culpa de la legionela es del 20%”, decía masticando las palabras—, apenas unas horas después de ser dado de alta.
José María, de 59 años, recuerda que disfrutó de la bebida muy cerca de una fuente, precintada posteriormente, donde se enfriaban unos vinos. “Dicen que se tarda un tiempo en incubarlo, pero yo empecé a sentirme fatal bastante rápido. Me creía que había pillado una gripe bastante fuerte, tanto que llegué a dormir con tres mantas encima. Al malestar general se sumaron los dolores de cabeza, diarrea y vómitos...”, recuerda el afectado, que para paliar los efectos se tomaba tres ibuprofenos al día. El viernes 22 de junio una ambulancia del Samur tuvo que atenderle tras desplomarse en el centro comercial La Gavia. La gravedad de su estado hizo que le ingresaran en la Fundación Jiménez Díaz, donde permaneció 10 días, hasta el pasado lunes.
Cinco días después de entrar por Urgencias, los médicos dieron por fin con el diagnóstico: neumonía bilateral por legionela. Una muestra de orina corroboró los males de uno de los 12 casos confirmados de legionella pneumophila. Los servicios médicos la combatieron con un tratamiento con “antibiótico intravenoso con levofloxacino y claritromicina”. “Regateé a la muerte, que pasó bien cerca. ¡Perdí 11 kilos y medio!”, cuenta José María, que pasó de pesar 120 kilos a 108,5. “Bueno, siempre hay que mirar el lado positivo de la vida... A la operación bikini llego mejor de lo que me pensaba. Y vivo”, se despide.
La resistencia a los antibióticos afecta al 30% de las neumonías
La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) alerta de que el problema de resistencia ante los antibióticos alcanza en España dimensiones alarmantes, ya que es el segundo país de Europa, detrás de Hungría, con mayor porcentaje de resistencias a este tipo de fármacos. En el caso de las neumonías neumocócicas, los niveles de resistencia bacteriana alcanzan al 30% de las personas afectadas, por lo que los expertos insisten en la necesidad de racionalizar la utilización de los antibióticos.Los antibióticos son los medicamentos de uso más común en España, detrás de los analgésicos, con un consumo que alcanza una tonelada diaria. El especialista en enfermedades infecciosas Javier de Gracia señala que el problema no es que determinados antibióticos dejen de tener un efecto terapéutico, sino que ello favorece el desarrollo de microbios resistentes que infecten a otras personas.
Las personas más amenazadas son las que tienen un sistema inmunológico debilitado, como los enfermos de sida o los ancianos. La responsabilidad del uso irracional de los antibióticos se debe fundamentalmente al hábito de la automedicación.